Tokyo, 2012
Para Eduardo Marco satisfacer sus impulsos estéticos implica acumular sobre sí un esfuerzo de perfección que lastraría a otros que, cual boyas a la deriva, no sienten esa eléctrica exigencia. El envite artístico que mueve a este fotógrafo es la inquietud por desbrozar lo que está oculto a la mirada del común; desvelar en su sentido más literal lo insignificante en apariencia, pero que la mirada del artista nos hace percibir como un armónico encendiendo en nosotros la chispa del entusiasmo. En este proceso la honestidad de Marco no carga con el pesado fardo de los supuestos teóricos, se entrega sin dogmas aprendidos como el poema de Walt Whitman que comienza: «No necesito certidumbres: soy un hombre preocupado por su alma». A Marco le había bastado añadir el siguiente verso de Whitman para perfilar mejor el humanismo eufórico que desprenden sus fotografias: «No dudo de que hay en mí mismo más de lo que había supuesto, y más en todos los hombres y mujeres, y más en mis poemas de lo que yo suponía». Así es la mirada de Marco la que rescata la belleza prístina del loto prendida en el charco de lodo. Almudena Cruz Yábar Cuerpo de Museos del Estado Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía